La Política Agraria Común

I Antecedentes

El sector agrario es uno de los grandes desconocidos, sin embargo no hace más de 20-30 años era uno de los más importantes y el que tenía más influencia en el bienestar de la población. Hoy día sin embargo el papel productivo estratégico ha pasado a un segundo nivel y las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, la calidad y seguridad de los productos y las actividades agrarias secundarias son los puntos que más influencia tienen en las decisiones que se toman desde los despachos ministeriales, porque además tradicionalmente es el sector protegido por excelencia y que depende en mayor medida de la cosa pública, por desgracia para todos.

Para comprender aceptablemente la situación actual de la agricultura española y europea, pues es un asunto muy complejo, es necesario un poco de historia, una recapitulación. Por un lado las políticas europeas y por otro las españolas hasta principios de los años 90, donde ambas confluyen.

Una vez concluida la 2ª Guerra Mundial en los países europeos (especialmente Francia y Alemania) se plantearon serios problemas de abastecimiento de los productos agrarios, para solucionar esta cuestión se llevaron a cabo políticas incentivadoras de la producción, era el inicio de la PAC. Las primeras medidas fueron el establecimiento de precios mínimos y máximos de intervención, éstos tenían la función de equilibrar los mercados procurando alcanzar el autoabastecimiento rápidamente y a precios accesibles para la población. En menos de 10 años éste se alcanzó, los atractivos precios incentivaron a los productores y se llegó al punto de saturación (la demanda no podía dar las señales adecuadas) y surgieron los primeros excedentes, “lagos de vino, montañas de trigo y azúcar” que se decía. En principio no fue un gran problema, los europeos gozaron de un rápido desarrollo, la productividad agrícola aumentó enormemente y los excedentes se vendían subvencionados en el incipiente mercado mundial, las ayudas a la restitución. Pero evidentemente esta era una política de dumping, criticada por el GATT de entonces. Se empezó a notar la bajada de precios de los productos y el alto coste que podría conllevar la continuación de tal política. Se planteó la Reforma Mc-Sharry de 1992, ésta constituyó el primer inicio liberalizador, en el marco de los acuerdos del GATT, se propuso la profundización en el sistema de cuotas, es decir, limitaciones a la producción para evitar los excedentes y una disminución progresiva de los precios internos hacia los internacionales a la vez que se establecía un sistema de compensación a los agricultores, los pagos compensatorios de precios que llegaban al 60-80%. Se incluía en esta reforma además una semi-desvinculación de la producción y el incentivo al abandono, la retirada de tierras, con el fin de disminuir las superficies cultivadas, es decir, se pasaba de incentivar la producción mediante precios altos a desincentivarla mediante la obligación a no cultivar, el descenso de precios y el semi-desacoplamiento de las producciones.

La filosofía cambió, de fomentar las producciones a fomentar al productor, al mantenimiento de sus rentas, a la mejora de la calidad ambiental (gran perdedora del productivismo anterior) y a la obtención de productos de calidad adaptados a las mayores exigencias de los consumidores europeos, por ello se incluyeron en esta reforma la progresiva condicionalidad de los pagos compensatorios, es decir, normas ambientales a cumplir de forma obligatoria para percibir las ayudas además de un incremento paralelo de normas de sostenibilidad ambiental.

Esta política progresó durante 10 años, poco a poco fueron bajando los precios mientras se iban aumentando las compensaciones de precios (nunca más de un 70%) a la vez que se ampliaban las superficies de retirada de tierras y aumentaban las normas de producción, eliminación de aditivos, prácticas de cultivo, etc. Sin embargo en 2003 se promovió una nueva reforma, de cara a las negociaciones en la OMC sobre liberalización, donde se obligaba a una disminución de las ayudas distorsionadoras del comercio, la caja ámbar. Así pues la Comisión aprobó un nuevo sistema basado en el desvinculamiento total de la producción de las ayudas y en la fijación de una cuantía única por explotación, de esta manera la compensación de precios desaparece y se fija el presupuesto, al no aumentarse las ayudas a medida que bajan los precios. Se trata de la caja verde, ayudas permitidas por la OMC y que no distorsionan el comercio mundial y que se dan para proteger el medio ambiente, las culturas tradicionales, la calidad de los productos, etc. De esta manera se produce una mayor orientación al mercado, al no haber vinculación a la producción, una mayor especialización dentro de la UE y un abandono generalizado de las zonas más marginales, esta política entrará en vigor en España en Enero de 2006, si bien con peculiaridades, al haber escogido el gobierno español la reforma a medias, es decir, el desacoplamiento parcial, en vez del total.

Este resumen es aplicable a los primeros países firmantes del primer tratado de la UE, sin embargo España no entró hasta 1986, y de forma efectiva en 1992.
En España tras la Guerra Civil sucedió algo parecido a lo que pasó en el resto de Europa, un desabastecimiento general de productos agrarios, si bien las medidas encaminadas a solucionarlo fueron bien distintas, en un primer momento, años 40, los escarceos con el fascismo introdujeron una serie de políticas restrictivas, de control de precios y comercio encaminadas a incrementar las producciones pero que sirvieron para todo lo contrario, los extravagantes y artificiales precios unido al control policial propició la aparición del extraperlo y el contrabando, las producciones bajaron a niveles muy inferiores a los existentes en la República y la pobreza se mantuvo. Esta situación cambió a finales de la década y principios de los 50, nuevos “gerentes” entran en el Ministerio de Agricultura y cometen una serie de mejoras “liberalizadoras”, si bien la decisión de qué se producia corría a cargo del Estado, pero se subieron los precios y se dio relativa libertad a los productores, fueron los años llamados “Edad de Oro de la Agricultura Tradicional”, los grandes terratenientes castellanos se vieron favorecidos por unos precios remuneradores unidos a la existencia de una atemorizada y abundante mano de obra barata. Sin embargo con el crecimiento surgido en los 60 apareció el éxodo rural, la escasez de mano de obra y la sustitución de ésta por la maquinaria, muchos “riquillos de pueblo” se subieron al tractor y muchos campesinos y asalariados se convirtieron en agricultores autónomos, muchos de los que hoy siguen en sus explotaciones. Los precios siguieron intervenidos al alza y la agricultura aún con el descenso en la mano de obra seguía siendo rentable, hasta la crisis de 1973. El alza del petróleo incidió enormemente en la “inicial” agricultura moderna del país que se veía abocada al préstamo y a la ayuda oficial, son los años de las “guerras de precios”, de la transición a la democracia y de la aparición de los primeras organizaciones agrarias, en un principio creadas desde los partidos políticos para manipular sin rubor a la hasta entonces numerosa clase social agraria. Y así transcurrieron los años 80, precios todavía atractivos, ausencia de normativas estrictas (el clembuterol, las hormonas, etc. eran prácticas técnicas normales y aplaudidas) hasta la entrada real en 1992 en la UE.

La entrada en la UE fue traumática, tras varios años de bloqueo (tenían miedo de la competitividad agraria española) Francia accedió a permitir la integración española a cambio de un desmantelamiento de los sectores en los que ella se veía más amenazada, como por ejemplo el sector lácteo. La agricultura fue la moneda de cambio, sin embargo las políticas estructurales y la P.A.C. intentaron nivelar ese “pacto de negreros” que supusieron las cláusulas de adhesión. Aparecieron entonces en España las cuotas de producción (incluso por debajo del autoabastecimiento), la obligación a no producir y la continua bajada de precios, compensada mediante ayudas directas, al igual que el resto de países europeos.

II Análisis crítico

Tras un breve repaso en el post anterior acerca de la historia de las políticas agrarias mantenidas durante los últimos años ya es posible digamos que analizar someramente el porqué de estas actuaciones proteccionistas, los pros y los contras, y comentar un poco los mitos y las realidades existentes.

Voy a dejar claro desde el principio que este pequeño y cutre análisis se basa en la carne de vacuno y los cereales, producciones que más conozco y que además son de las más protegidas.

Causas históricas del proteccionismo agrario:

  • Menor rentabilidad de las producciones agrarias
  • Mayor grado de rigidez que manifiestan las decisiones empresariales en la agricultura debido a factores naturales
  • El carácter vital que tiene para la población el consumo alimentario
  • El reducido grado de elasticidad que tiene la demanda alimentaria por término medio

El sistema agroalimentario español: estrategias competitivas frente a un modelo de demanda en un contexto de mercados imperfectos. Javier Sanz Cañada. Instituto de Economía y Geografía. Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Argumentos a favor de la liberalización:

  • Los precios podrían ser más bajos sin proteccionismo con lo cual se beneficiarían los consumidores, en especial las clases sociales más bajas que tendrían fácil acceso a estos productos básicos, cereales y carne de vacuno.
  • El proteccionismo coarta las posibilidades de exportación de países pobres, impidiendo poner en valor unos recursos muy importantes para el desarrollo.
  • El aumento de la competencia provocaría un aumento en la eficiencia del sector agrario europeo al estar presionado por precios a la baja.
  • Los contribuyentes no tendrían que costear políticas con las que probablemente no estén de acuerdo.

Argumentos en contra de la liberalización:

  • Los precios no bajarían, y si lo hicieran sería de manera muy escasa, esto sería debido a los oligopolios existentes que operan en la industria y la distribución y a la nula información de los consumidores, que no saben lo que consumen ni a qué precios, además su capacidad de pago es alta y no habría incentivos entre los distribuidores para bajar los precios.
  • Los países exportadores de carne de vacuno son los de MERCOSUR, no son países estrictamente pobres y además la exportación está controlada por unas pocas grandes empresas que se benefician de su influencia sobre los corruptos políticos de estos países, además los capitales que se obtienen de la exportación nunca se revierten en estos países pues las “cabezas visibles” no provienen de ellos y lo más común es desviarlos fuera, algo absolutamente normal en Argentina y Brasil.
  • Según la FAO el aumento de los grandes rebaños en Brasil es la primera causa de deforestación de selvas, bosques, etc. Por tanto las barreras comerciales al ganado brasileño serían buenas medidas para evitar esa deforestación.
  • La agricultura europea es la más moderna del mundo, las mayores productividades y las mejores tecnologías se encuentran en los países europeos, la eficiencia es muy alta y los precios están al límite de los costes de producción. La realidad es que los precios internacionales son precios artificiales creados por subvenciones a la exportación (EEUU) o por menores costes derivados de la nula política conservacionista y ambiental de los países en vías de desarrollo (MERCOSUR). Las barreras comerciales sería una manera de contrarrestar esa competencia desleal.
  • La ineficiencia derivada de la distribución de la renta es ínfima, el presupuesto agrario destinado a tal fin no llega al 1,5% de la Renta Nacional Básica de la UE y comparado con otros gastos del Estado la aportación es ridícula, por tanto en este sentido la ineficiencia no sería grande, si no bastante pequeña. El criterio de equidad es bien claro, las rentas son menores en el mundo rural, el coste de la vida es muy superior, etc.
  • La liberalización produciría la destrucción de los sistemas agrarios tradicionales, modeladores del milenario paisaje europeo, por tanto la agricultura tendría un valor ambiental y cultural además del productivo, éstos valores son externalidades positivas que el mercado no es capaz de internalizar.

Todos estos argumentos son en general bastante simplificadores, la realidad es mucho más compleja, pero pueden dar buena idea sobre dónde nos movemos.

Como vemos en realidad la protección agraria se reduciría a tres causas fundamentales:

  • Evitar el despoblamiento rural, apoyando la renta de los agricultores. Ya sea para modernizar las explotaciones o para la simple supervivencia.
  • Controlar la competencia desleal de países con normas mucho menos restrictivas. MERCOSUR
  • Protegerse de países muy protegidos. EEUU
  • Procurar a los consumidores productos de calidad a precios estables y razonables

¿Es cierto entonces que la liberalización del vacuno de carne sería negativo para los ganaderos europeos o los españoles?
Pues en realidad para los españoles poco o nada, las producciones son muy diferentes y lo que ocurriría es un aumento en la diversidad de productos en las carnicerías, pero probablemente no una sustitución. En el caso español es bastante visible esta situación, MERCOSUR basa sus sistemas de producción en pastos y forrajes, animales de edades muy avanzadas y de carnes muy grasientas, carnes para asar, carnes para el consumo interno de sus países. Este tipo de carnes no son las que se consumen en España, aquí se producen animales jóvenes, canales ligeras, de poca edad y alimentados con concentrados (cereales y proteaginosas) y paja. Si gracias a la posibilidad de exportación cambiaran sus sistemas de producción para adaptarse a nuestra demanda no podrían competir con nosotros, tenemos una ganadería mucho más preparada.

¿Y los cereales?
Pues en este caso sí habría problemas, porque el exportador por naturaleza es EEUU y su agricultura es la más protegida del mundo. Mientras que en la UE hay 7 millones de perceptores que cobran una media de 7.000 € en EEUU son 2 millones de productores que cobran 38.000 €/productor. Evidentemente esta es la principal causa del potencial exportador de trigo o maíz de los EEUU, pues los rendimientos no son mayores a los de Francia por ejemplo, en todo caso disfrutan de unas explotaciones de mayor tamaño, pero en agricultura las economía de escala no son como en la industria. Un mayor tamaño no implica directamente una mejora sustancial, además en Europa también hay grandes explotaciones, que para nada tienen que envidiar a las estadounidenses.

¿Pero entonces, a quién beneficia realmente la P.A.C?
Ciertamente a los productores, pero no a todos por igual:

  • A los grandes, que podrían ser competitivos pero que prefieren chupar de la burra de los presupuestos, no necesitan las ayudas para sobrevivir ni para mejorar su explotaciones. Estos grupos tienen enorme poder en los partidos políticos y constituyen un poderoso lobby. Hablamos de los partidos conservadores tipo PP y organizaciones agrarias como GEA y ASAJA. Se llevan la mayor tajada del presupuesto.
  • A los pequeños, agricultores minifundistas a tiempo parcial que viven gracias a las ayudas, si estas se eliminaran este tipo de agricultores desaparecería con ellas. Estas personas son fuente de votos, son muchos y dependen de ayudas. Hablamos de los partidos progresistas tipo PSOE y organizaciones agrarias como UPA-UGT. Se llevan poco dinero por persona, pero son muchísimos.
  • A los medianos, empresarios agrarios que tienen la agricultura como forma principal de vida, los ATPs de toda la vida. Están dispersos y poco organizados, su actividad se ve diluida entre los grupos anteriores, cada día son menos y no tienen poder político, si desaparecieran las ayudas algunos tendrían problemas pero la mayoría saldría hacia delante. En general no viven de éstas, las utilizan para innovar y mejorar sus explotaciones de cara al todavía más “negro futuro” sin protección. En general son los que defiende la COAG, pero con muchos peros.

¿Cuál es mi opinión acerca de la liberalización de estos sectores?
Los argumentos en contra creo que justifican la protección de los mercados en el caso de los cereales, cuando EEUU baje su protección nosotros bajaremos la nuestra, esa es mi posición. Además las continuas exigencias en cuanto a la relación agricultura-medio ambiente por parte de la sociedad dificulta aún más la posibilidad de competencia. En el caso de liberalizarse por completo el mercado de cereales sólo quedarían en producción ciertas zonas del centro-norte de Europa de altísimos rendimientos y que deberían de intensificarse aún más, eso conllevaría a más fitosanitarios y fertilizantes y más contaminación hídrica. A su vez grandes zonas de España (Castilla) serían abandonadas al no existir alternativas víables, aumentando si cabe la despoblación rural, los incendios, etc.

En cuanto al vacuno y MERCOSUR no veo razones para no permitir un libre mercado, que beneficiaría a ambas zonas, sin embargo son necesarias alguna de las dos premisas siguientes:

  • La UE debería disminuir drásticamente algunas de las regulaciones que elevan los costes enormemente y que “acuchillan” al productor europeo
  • MERCOSUR debe implantar normas similares a las europeas para poder comercializar su carne en nuestros países.

Obviamente lo más adecuado sería una “mezcla”, hay muchísimas normas idiotas en la UE, y faltan numerosas normas imprescindibles en MERCOSUR.

Un ejemplo podría ser el siguiente: En Suiza se estableció a través de un referéndum la prohibición de producir huevos de gallinas en sistema de jaula, por eso del bienestar animal, el caso es que como no prohibieron la importación de huevos de jaulas la industria avícola helvética se fue a la porra mientras que los suizos siguieron comiendo la misma cantidad de huevos de jaulas, la diferencia estribaba en que antes de la norma los huevos eran suizos y después procedentes de otros países.

Otro ejemplo: En Europa es obligatorio el control de las enfermedades de transmisión a los humanos, las zoonosis, en concreto la tuberculosis y la brucelosis y para ello se restringen movimientos, se hacen controles periódicos, se eliminan reses, se vacuna, etc. y siempre a toda la cabaña, desde el ternero más pequeño hasta la vaca más vieja, y además varias veces al año. En Argentina sin embargo no existe nada de eso, como mucho se incentiva a los ganaderos para que voluntariamente hagan análisis ¡a los toros!, para el que no lo sepa se tiene un toro por cada 40-50 vacas. Las diferencias de costes, como es obvio, son enormes.

Creo sinceramente que la liberalización podría ser positiva si cambiaran algunas de la condiciones actuales, las grandes empresas y grupos de poder dejarían de ordeñar la vaca europea y empezarían a hacer lo que tienen que hacer, producir bonito, bueno y barato. El minifundio se iría al garate y los ATPs aunque se verían al principio abocados a una reconversión excesivamente brutal lo más probable es que consiguieran sujetarse, aunque como creo que bien explico en Principios para un modelo agrario veo necesario aplicar otras políticas agrarias distintas al proteccionismo; pues si este desapareciera bruscamente el porrazo podría ser grande y acabar con las explotaciones más profesionales, y por tanto de viabilidad asegurada, si no se implementaran otras politicas “correctoras” de los desequilibrios actuales.

Para quien necesite justificaciones más autorizadas que las mías, fácil de entender, aquí hay un artículo de Ramón Tamames haciéndose eco de la defensa de la P.A.C. que hizo la ministra de Agricultura de Francia Dominique Bussereau en un manifiesto.

Más sobre la P.A.C. por ASAJA León aquí

Y bueno un repertorio básico de post sobre la PAC y similares, también se pueden encontrar en la categoría de Política Agraria, Comercio Agrario y demás o en el buscador, peero bueno, no es mal sitio este para recapitular un poquillo…

Contra la PAC de sanguijuelas  burócratas (I)

Contra la PAC de sanguijuelas  burócratas (II)

Algo más de la PAC y la demagogia lejos

¿El coste de la seguridad alimentaria o del control estatal?

Adiós a los remolacheros, hola a los parásitos

Las perversas subvenciones al vacuno de lidia

El NAFTA y los TLC, qué bonita es la teoría y qué horrible la puesta en práctica